A menudo, encontramos que muchas personas solemos criticar lo mal que va nuestra sociedad y nuestro mundo, debido a la acción implacablemente pésima de otras personas con poder, ya sean del ámbito económico, como del político. Le damos toda la culpa «a los de arriba».
Esta crítica no debe obviar que la responsabilidad de que la situación social vaya mal no es exclusiva de las personas con más poder, sino que también está compartida con el resto de la sociedad, y esto queda reflejado con los tres siguientes ejemplos que os explicaremos, provenientes especialmente de los países que han vivido dentro de lo que hemos llamado El Primer Mundo.
Primero. Cuando las condiciones salariales y laborales de los trabajadores del Primer Mundo eran relativamente mejores y había más trabajo asalariado para esta gente, muchas de estas personas adquirían sus productos y servicios a tiendas o empresas que vendían por debajo del precio de coste. Es lo que se llama dúmping. O sea, que sus productos y servicios se vendían fabricados o producidos por trabajadores que los habían creado en condiciones laborales y salariales mucho peores. La consecuencia de esta acción es una de las causas, aunque no la única, de la pérdida posterior de las condiciones salariales y laborales de los trabajadores del Primer Mundo.
Los capitales circulan libremente de forma global y pueden deslocalizar los puestos de trabajo, pero los trabajadores están separados por estados y, por lo tanto, juegan con desventaja. Para superar este primer problema, la responsabilidad individual debería haber quedado complementada por un sindicalismo internacional que hubiera ayudado a hacer este boicot colectivo a los productos vendidos por debajo de precio de coste. También hubiera ayudado un impuesto antidúmping como propone el equipo encabezado por Agustí Chalaux y Lluís Maria Xirinacs.
Segundo. Cuando la gente del Primer Mundo pone sus ahorros en una entidad bancaria, en muchos casos busca la máxima rentabilidad. La consecuencia de querer alcanzar la máxima rentabilidad es de que los banqueros ponen el dinero invertido en productos bancarios que dan estas altas rentabilidades, como son la especulación en divisas, petróleo y derivados, tráfico de armamento, drogas, medicamentos y alimentos que pueden hacer daño, etc. Por lo tanto, estos ahorradores fomentan esta parte de la economía en lugar del comercio y la empresa de proximidad, que normalmente ofrece una rentabilidad inferior. Además, el mercado de proximidad sufre, en consecuencia, una falta de inversión que impide crear un trabajo más ético en este sector.
En estos dos primeros casos, nos damos cuenta que no podemos votar todas y cada una de las decisiones que toman las autoridades políticas, sino que en el mínimo de los casos lo hacemos cada cuatro o cinco años. Pero comprando e invirtiendo casi cada día en un lugar u otro es como si votáramos casi cada día.
Tercero. Cuando la gente del primer mundo decide atemperar su hogar o efectuar sus desplazamientos, la mayoría de las veces lo hace recurriendo a fuentes de energía no renovables, obtenidas en países que sufren guerras para poder extraer de ellos sus recursos naturales. Con esta acción se fomentan las guerras por el petróleo y el gas, una de las consecuencias de las cuales son la migración desesperada de los habitantes de estos territorios afectados, mano de obra barata de los países del Primer Mundo, y otra causa por la que los trabajadores de estos últimos países vayan perdiendo sus derechos.
En este último caso, nos damos cuenta de que la mejor solución es resolver los problemas en origen. Pero aparte de la responsabilidad individual, también está la de la autoridad política de los países del Primer Mundo, que tiene el deber de estimular una reconversión ecológica en el sector de la energía y de no fomentar la guerra en los países productores de petróleo y gas.
Tenemos que darnos cuenta de que, para mejorar la sociedad, no basta con intentar querer cambiar los dirigentes no éticos por unos dirigentes éticos. Tampoco basta con proponer un sistema completo o soluciones parciales que fomenten la ética en la sociedad. Hay que mejorar el nivel de conciencia individual para que asumamos que la responsabilidad social no es sólo de los poderosos, sino que es compartida entre todos. Como dice Jordi Griera, miembro de honor de la asociación que lleva el nombre del pedagogo Joan Bardina, hay que mejorar simultáneamente la conciencia individual y las estructuras sociales a todos los niveles, porque son dos factores que se influencian mutuamente. Y esto quiere decir también mucha pedagogía consciente de lo que tenemos que hacer y de lo que no tenemos que hacer.
Brauli Tamarit Tamarit.
Fecha de creación: Martes, 21 de Febrero de 2017.
Última modificación: Miércoles, 1 de Marzo de 2017.
Dedicado a Jordi Griera, en ocasión de su aniversario.
Enlaces relacionados:
El dumping.
Dos entrevistas a Benito Muros. Sin Obsolescencia Programada (SOP).
Najia Lotfi: «El Corán promueve la economía social». La banca sin interés.
La moneda y la constitución.