Altavoz. Lunes, 4 de Septiembre de 2017.
|
La espada de Damocles de la energía nuclear, por Martin Scheuch.
«El riesgo de un accidente nuclear pende como una espada de Damocles sobre la población. Pues cuando se le da primacía a los intereses económicos, la vida de la gente no vale nada».
El viernes 1 de septiembre se ha iniciado en Alemania la repartición gratuita de pastillas de yodo en la región de Aquisgrán, cerca de la frontera belga. ¿Para qué sirven estas pastillas? Para prevenir el cáncer de la glándula tiroides en caso de una exposición a radiactividad. Señal de que las autoridades alemanes consideran que la posibilidad de un accidente nuclear es realmente alta.
Pues Aquisgrán queda a sólo 70 kilómetros de la central nuclear de Tihange en Bélgica, que cuenta con tres reactores, de los cuales el número 2 había sido puesto fuera de servicio en el año 2012, debido a presentar unas 2000 grietas capilares en su estructura de hormigón. En un estilo que recuerda al actual alcalde de Lima, Luis Castañeda, la entidad supervisora concluyó que las grietas ya estaban allí desde 1979, año de construcción del reactor nuclear y, por lo tanto, si no había pasado nada hasta entonces, no representaban ningún peligro.
El reactor fue puesto nuevamente en servicio en junio de 2013, hasta que en marzo de 2014 las autoridades belgas ordenaron pararlo debido a «resultados inesperados» en unos tests de resistencia mecánica. El paro fue temporal, pues sólo duró hasta el verano de 2015. Ya en febrero de ese mismo año se supo que las grietas habían aumentado de 2000 a 3150. Sin contar con otros problemas, que han afectado durante años no solamente al reactor 2 sino también al 1 de Tihange, y al reactor 3 de la otra central nuclear belga en Doel.
Es un problema que no afecta solamente a unas cuantas centrales en territorio belga. Parecería ser un problema inherente a la generación pacífica de energía a partir de la fisión nuclear.
Desde el balcón de mi casa en Kleinfischlingen se puede divisar a lo lejos en dirección al Rin, en días sin nubes, los dos reactores de la central nuclear de Philippsburg, ubicada a unos 25 kilómetros de mi pueblo. Aunque no tan graves como los de Tihange, esta central también ha tenido problemas desde su inicio de operaciones en 1979.
En noviembre de 2011, el reactor 2 fue puesto fuera de servicio debido a una junta hermética defectuosa. Cuando se quiso ponerlo en operación nuevamente en 2016, el gobierno regional de Baden-Wurtemberg negó la autorización, debido a que se descubrió que ocho controles de rutina debidamente documentados no se habían efectuado en la realidad.
Ya en junio de este año, en la región donde vivo, se ha efectuado una descentralización de las provisiones de pastillas de yodo, para que estuvieran disponibles de manera más rápida para la población en caso de una catástrofe nuclear. Hasta entonces millones de pastillas estaban almacenadas en Alzey, Ludwigshafen, Saarburg y Landau, ubicada a 8 kilómetros de donde yo vivo. Antes en sólo cuatro puntos de acopio, ahora están repartidas en las comunas.
Para personas como yo, que estamos en la cincuentena, esa medida de prevención resulta irrelevante, pues las pastillas de yodo sólo deben ser ingeridas por personas que tengan un máximo de 45 años. Por encima de esa edad, los posibles efectos secundarios (hiperfunción de la glándula tiroides, alteraciones del ritmo cardíaco y aumento de probabilidad de infarto) son más peligrosos que el riesgo de contraer cáncer a la tiroides.
Durante mucho tiempo considerada una alternativa «limpia» frente a otros medios para generar energía, la fisión nuclear se considera ahora una opción de alto riesgo, pues en caso de un accidente, las consecuencias pueden ser fatales, como quedó demostrado por los accidentes de Chernóbil en la actual Ucrania y Fukushima en Japón. Sin embargo, hay turbios intereses económicos en juego y aunque la Unión Europea ya ha tomado la decisión de ir cerrando paulatinamente las centrales nucleares, los plazos se han ido alargando. Se suponía que en el año 2015 la central de Tihange iba a ser puesta definitivamente fuera de servicio, pero el gobierno belga extendió los plazos hasta el 2023 para el reactor 2 y hasta el 2025 para los otros dos reactores.
Mientras tanto, el riesgo de un accidente nuclear pende como una espada de Damocles sobre la población. Pues cuando se le da primacía a los intereses económicos, la vida de la gente no vale nada.
Enlace del artículo original en castellano:
http://altavoz.pe/2017/09/04/27160/la-espada-de-damocles-de-la-energia-nuclear-por-martin-scheuch
Enlace relacionado:
Navarra, pionera del frente antinuclear.