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Dolors Marin Tuyà.
Artículos publicados en la revista Penedès Econòmic.

Al servicio de este pueblo.
Lluís Maria Xirinacs.
Artículos publicados en el diario Avui, cuando Lluís Maria Xirinacs era senador independiente en las Cortes Constituyentes españolas, entre los años 1977 y 1979, traducidos al castellano.

Diario de un senador.
Lluís Maria Xirinacs.
Artículos publicados en el rotativo Mundo Diario, cuando Lluís Maria Xirinacs era senador independiente en las Cortes Constituyentes españolas, entre los años 1977 y 1979.

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Agustí Chalaux.

Jordi Lara: «Xirinacs tiene tal magnetismo, que se convierte en un agujero negro que lo absorbe todo».

Vilaweb. Logotipo.Vilaweb. Viernes, 15 de Marzo de 2019.

Cultura. Letras.

Jordi Lara: «Xirinacs tiene tal magnetismo, que se convierte en un agujero negro que lo absorbe todo».

Publica «Sis nits d'agost» («Seis noches de agosto», Edicions de 1984), una novela de no ficción con que nos acerca a los últimos días de la muerte de Lluís Maria Xirinacs.

Jordi Lara, autor de «Sis nits d'agost» («Seis días de agosto», Edicions de 1984).
Jordi Lara, autor de «Sis nits d'agost» («Seis días de agosto», Edicions de 1984).

Por: Montserrat Serra.
15-3-2019, 21h50’.

Jordi Lara (Vic, 1968), autor de Mística conilla (Mística coneja) y de Una màquina d’espavilar ocells de nit (Una máquina de espabilar pájaros de noche), acaba de publicar una novela de no ficción, Sis nits d'agost (Seis noches de agosto) (Edicions de 1984), donde recrea y también imagina como fue la muerte de Lluís Maria Xirinacs, el luchador antifranquista, el senador más votado de la historia de la democracia española, el pacifista, el luchador por la libertad de los pueblos oprimidos, el filósofo definidor del Globalismo... Xirinacs decidió cuando morir y como: eligió dejar de vivir el día que hacía setenta y cinco años y lo hizo en medio de la naturaleza, en la llanura de Can Pegot, una pastura en el pie del Taga, en el Ripollès. Quería convertirse en abono, morir fusionándose con la naturaleza, mediante la transubstanciación, una técnica de respiración y meditación a través de la cual puedes inducirte al coma y morir al cabo de cuarenta y ocho horas.

Lara se pregunta por las razones que llevaron a Xirinacs a sacarse la vida. Porque dice en la novela: «Seguramente, un hombre tiene bastante con una sola razón para quitarse la vida si lo hace desde el dolor, pero si lo hace desde el gozo y la plenitud  hacen falta un puñado.» Y después también se pregunta por las razones que se daba: «¿No eran, bien visto, razones intercambiables que tanto podían ser justificaciones de una muerte como incentivos para la vida?».

Y explica Joan Parés, el médico amigo de Xirinacs que lo acompañó en la montaña aquel seis de agosto de 2007: «Es que en general no nos sabemos morir..., pero él había probado la muerte muchas veces con las huelgas de hambre, y tenía la meditación, el significado del lugar, la técnica para no sufrir. Era una jugada perfecta y estaba feliz. Sí: los dos estábamos felices, yo el primero. ¿Como no podía estar feliz si le ayudaba a hacer el que él quería y como él quería?».

Xirinacs dejó dos notas: una en la fundación Randa, «Acte de sobirania» («Acto de soberanía»); y, encima, encontraron una nota de despedida. Cuando se encontró seis días después, el cuerpo no mostraba indicios de violencia.

–El libro habla de la muerte, de saber morir, de elegir como te quieres morir. Es una cuestión profunda, resbaladiza y delicada. Debíais de pensar en la manera como evitar ciertas cosas, como por ejemplo caer en sentimentalismos. Debíais de proponeros unos ciertos límites...–

–Era esencial acotar los peligros del relato. Que no se convirtiera en un tipo de ensayo encubierto, por ejemplo. Porque yo quería que fuese literatura, quería explicar una historia. Y otro peligro: que la historia y el peso de la figura de Xirinacs no acabaran comiéndose la reflexión sobre la muerte. Había que encontrar este punto de equilibrio. Y buscar este equilibrio me llevó a una reflexión previa muy larga. Hice un planteamiento narrativo honesto, y decidí enseñar las costuras del proceso de escritura. El narrador, que es el escritor, se pregunta en primera persona incluso si hay que escribir el libro. Es un punto de vista de fidelidad con la realidad que encontré adecuado, porque por el libro transitan personas reales de las cuales reproduzco el testimonio. Y en literatura (no en periodismo), tan importante es que expliquen como que decidan no explicarte. Estos silencios también son importantes, por aquello que esconden. Parés, por ejemplo, no me quiso explicar la última cosa que se dijeron con Xirinacs. Pues no me la invento, digo que no me lo dijo y que no la sé.–

–Al final del libro hacéis un agradecimiento a la persona que os ayudó en la reconstrucción del cielo de aquellos seis días de agosto. Estos elementos ambientales y otros, a veces los más pequeños, como marcar el último latido del corazón, son los que os sirven para crear un estado de ánimo, un flujo lírico.–

–Esta muerte nos interroga a nosotros sobre cómo queremos morir. Y yo, en la novela, interrogo a esta muerte. Y no podía explicarla sólo pasando por los dietarios que Xirinacs escribió, porque las razones que da para morirse son intercambiables y podrían ser razones para continuar viviendo. El narrador se pregunta si las razones no las buscaba escribiendo. Por eso había que interrogar a otra gente que estaba vinculada con la muerte de Xirinacs y con el lugar que eligió para morir. No tenía ningún vínculo. Por eso había que interrogar a las personas del territorio y también al territorio mismo: qué insectos y otros animalitos habitan, qué luna hizo aquellas noches de agosto... No es un hecho gratuito ni hago preciosismo naturalista. Xirinacs quería fundirse con la naturaleza. Quería volverse abono. Había que explicar muy bien el cielo de la llanura de Can Pegot, porque fue la última cosa que vio. Aquellos días, después de las cincuenta horas de lluvia ininterrumpida, el cielo se abrió y era espectacular, porque coincidió con el fenómeno de las lágrimas de Sant Llorenç. Y, además, coincidió que el transbordador espacial Endeavour, que llevaba la primera astronauta de la historia, se acoplaba en la Estación Espacial Internacional, que orbitaba por encima de la llanura de Can Pegot. Todos estos recursos también evitan un libro de consignas, un libro de autoayuda encubierto.–

–La muerte de Xirinacs está rodeada de algunos misterios, como por ejemplo algunos objetos que se encontraron junto al cuerpo. Este tipo de misterios son elementos que van muy bien en la narración.–

–Estos elementos me los fui encontrando durante la investigación. De entrada, la intención era desbrozar las mentiras y sandeces que se habían llegado a explicar sobre la muerte de Xirinacs. Se dijeron tantas cosas: que se había colgado de un árbol, que había tomado pastillas, que sufría una depresión, que tenía una dolencia terminal… Pero la realidad me hizo de caja de aperos para el relato.–

–Queréis dejar muy claro que no habéis escrito una biografía de Xirinacs, pero un personaje tan atractivo, con tantas capas, también es un caramelo para un escritor.–

–Era un peligro, que fuera tan poliédrico. Y otro peligro es que muchos lectores ya  tienen una idea hecha, de él, y buscan la confirmación de esta idea. De forma que tuve que velar porque Xirinacs no se me comiera el libro. Por eso le doy poca voz a través de sus dietarios. Xirinacs tiene tal magnetismo, que se convierte en un agujero negro que lo chupa todo. Había que evitar de ser absorbido por su magnetismo.–

–Xirinacs fue un pacifista, un resistente antifranquista, un luchador por la libertad de los pueblos oprimidos, un pensador, un iluminado, un místico... ¿Con cuál os quedáis?–

–El libro no contiene ninguna tesis, pero yo diría, es una sensación, que en su muerte hay la clave: la muerte que eligió contiene y culmina todas las personas que él fue: el político, el pacifista, el místico, el filósofo...–

–En la conferencia de prensa dijisteis que creíais que el Xirinacs que quedaría sería el pensador, el filósofo.–

–No conozco su obra filosófica a fondo, pero la gente que conoce bien el Globalismo lo constata. Porque su parte contestataria va muy vinculada a un tiempo determinado que ya ha pasado. Pero su obra filosófica, que se sitúa en un tiempo perpetuo, está nacida para ser mirada en todos los tiempos. Y su mirada transversal (era teólogo, matemático, daba clases de filosofía cuántica...) y su conocimiento tan amplio sobre la mirada de globalidad de la experiencia humana sobrevivirán al tiempo.–

–Un hombre tan poliédrico tiene el peligro que todo el mundo se lo quiera apropiar.–

–Su amigo médico, Joan Parés, dice en la novela que es igual que se mitifique el Xirinacs hombre, porque es la obra, la que quedará, y es un elemento que no se altera.–

–«Xirinacs no interesa a nadie, está amortizado», dice en el libro la Cesca, un personaje que representa a los jóvenes antifranquistas, utópicos, que quisieron cambiar el mundo y que el poder los tragó o marginó. Está claro que ella habla desde el pesimismo.–

–Desde su óptica, Xirinacs era por encima de todo un personaje central de la lucha pacifista antifranquista y contra la opresión de los pueblos. Pero Xirinacs era poliédrico y era un avanzado. A lo largo de los años se han ido confirmando cosas que él ya había previsto.–

–Era avanzado en cuestiones de liberación nacional e independencia; en el hecho de mirar de entender a ETA; en el desarrollo de un pensamiento filosófico complejo y muy contemporáneo; en la reivindicación del poder de decidir como y cuando queremos morirnos.–

–Su figura es vigente en el debate sobre la eutanasia, sí, también en el proceso de independencia y de los Países Catalanes (ya en 2000, la gente lo veía de pie ante la Generalitat pidiendo una Asamblea de Asambleas de los Países Catalanes para convocar a la movilización cívica de un pueblo que veía dormido); y también con la actitud de desobediencia: la desobediencia y el inconformismo son una actitud propia de los jóvenes. En este sentido, Xirinacs fue siempre joven, porque no se resignó ni conformó nunca. Siempre fue desobediente y puso en entredicho cualquier dogma.–

–Hablando de la eutanasia, en los agradecimientos finales también decís que agradecéis la complicidad generosa y arriesgada de las personas que aparecen en el texto. ¿La eutanasia y el suicidio todavía van de la mano del riesgo y del tabú? ¿Los testigos que ayudaron a Xirinacs tienen que temer la represión judicial?–

–Cuando hablo de complicidad generosa y arriesgada, hablo en términos literarios, de dejar su testimonio en manos de un escritor. Pero, tal como lo habéis interpretado, no, no pueden tener problemas, porque la muerte de Xirinacs fue calificada de muerte natural y, por lo tanto, no hay responsabilidad legal. Pero Parés tenía muy claro que podía causarle problemas. Por eso alquiló un coche y por eso no explicó nada hasta después de un año, cuando se certificó la muerte natural. La eutanasia es una cuestión que la sociedad no se mira de cara. Así como se ha ido cotejando con temas graves, como la violencia machista y otros, la muerte todavía es tabú. Pero un día u otro se  tendrá que cotejar.–

–Para acabar, hay otra frase de la Cesca que es dura y de gran potencia. Cesca, crítica con el país, dice: «Somos un país tan imaginativo que somos capaces de transformar a un Gandhi en un traficante de sellos» (refiriéndose al trabajo que hizo durante unos años Xirinacs, después de ser senador, para el Fórum Filatélico para ganar dinero).  ¿Estáis de acuerdo?–

–La comparto absolutamente. Es así. Tenemos la imagen de Xirinacs sentado en la calle Entença, ante la prisión Modelo rodeado de gente o de pie como senador. Sólo cinco años después, Xirinacs va con americana y corbata y coge el metro para ir a vender sellos. Es el inicio de la transición, cuando el país ha dicho por donde quiere ir. Y el país eligió un futuro de resignación, con una Generalitat de juguete. El país no apostó fuerte por un futuro propio. Y aquel que había luchado contra la resignación pasó de la desobediencia a la supervivencia. Él no se conformó con el peix al cove del país, de forma que lo silenciaron.–

–Silenciar y invisibilizar.–

–Se pasó diecisiete años sin publicar ningún artículo, ni siquiera una carta al director. Había escrito un montón. Han quedado entre la obra inédita.–

–¿Encajaría mejor en este momento, Xirinacs?–

–En el libro hay una pregunta abierta, sin respuesta, que el narrador hace a la Cesca: «¿No te has preguntado qué habría dicho Xirinacs si hubiera podido ver todo esto del proceso?» Ella sólo le responde: «Está claro. Está claro que lo pienso.»–

Enlace de la entrevista original en catalán:

https://www.vilaweb.cat/noticies/entrevista-jordi-lara-xirinacs/

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