Diari de Vilanova. Jueves, 19 de enero de 2017. Des del campanar.
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A la integración por la celebración.
Jordi Griera.
El ascenso de los partidos de extrema derecha en toda Europa tiene como causa principal el miedo de los europeos, que no hemos encontrado la manera de dialogar con las nuevas culturas que nos invaden.
No hay que ir muy lejos, la sociedad catalana ya hoy es poliétnica: muchas lenguas, tradiciones, costumbres, religiones, colores de la piel... lo sabemos bien. El secreto de la paz y la felicidad de nuestros nietos estará en ligar la mayonesa social. Por suerte, se podría decir que históricamente los catalanes nos hemos destacado en la tarea integradora bien entendida, es decir, respetuosa. Caso insólito en el mundo, aquí una inmigración del 60% no ha supuesto ninguna rotura social sino un enriquecimiento cultural, a pesar de no disponer de estado propio.
Según el Barómetro de la Religiosidad, el 2013 en Cataluña el 60,9% se declaraban católicos, un 32% agnósticos o ateos, y el 7,1% restante tenían otras ideas. Los musulmanes con su patriarcado y los chinos con su matriarcado son los que tienen las costumbres más diferentes de los nuestros, pero los chinos son pocos. El Mapa de las Religiones dice, por ejemplo, que el 2014 había en el Principado unos 467.000 musulmanes, de los que en la veguería nos tocan 28.000, con 19 centros de oración.
Por otra parte, los estudiosos como Christian Welzel han demostrado que todas las sociedades del mundo están avanzando hacia la emancipación. Mientras esperamos que el feminismo igualador vaya progresando en todos los grupos, aportando nuevos nexos de paz, lo más urgente es descubrir qué tenemos ya de buen rollo hoy con los musulmanes, como con los otros colectivos.
A esto nos puede ayudar fijarnos poco en la religión. La gente suele confundir espiritualidad, moral y religión, cuando son tres cosas diferentes: la religión es una creencia filosófica, que no hay que compartir, la moral es una norma de conducta, que hay que consensuar, y la espiritualidad es una experiencia interior. Tener clara esta distinción nos puede ayudar a la convivencia. La moral no es necesariamente religiosa. Los diez mandamientos de la ley mosaica valen para los judíos pero igualmente para cristianos y musulmanes, tanto como los hinduistas y los agnósticos.
Todavía nos puede unir más la espiritualidad, que es la interioridad. Las personas, cuando cerramos los ojos y no hacemos caso del oído ni del resto de los sentidos, podemos percibir un espacio interior en el que, curiosamente, no parece haber nada pero intuimos que está todo. Son experiencias independientes de la religión y de la moral y por lo tanto nos pueden hacer sentir cercanos.
Moral, espiritualidad auténtica... pero, sobre todo, celebración: En la Edad Media, Valencia se hizo famosa por las fiestas que compartían las comunidades cristiana y musulmana cuando estaban en años de paz. En la actualidad, pocos discutirán que Vilanova es la población más lúdica del Principado y por tanto los que vivimos tenemos la oportunidad de ser pioneros de «la integración a través de la celebración». Nuestro genio local, que combina la tradicional tolerancia de los catalanes con la juerga típicamente vilanovina, podría ser el ejemplo que todo Occidente necesita para hermanar las diferentes comunidades que comparten nuestras calles y nuestras plazas. ¿Queremos animar a los rumanos, magrebíes, chinos o latinos a mostrarnos sus celebraciones participando en el Carnaval o la Fiesta Mayor? Tal vez el ayuntamiento debe mover ficha, pero creo que el resultado sería mejor desde el pueblo. ¿Qué grupo, asociación o cofradía se pondrá el primero?
Todo el mundo sabe de pasarlo bien.
Enlace del artículo original en catalán:
http://www.ddc.cat/post/Jordi-Griera/A-la-integracio-per-la-celebracio/242