Diari de Vilanova. Jueves, 26 de febrero del 2015. Des del campanar.
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¿Soberanía?
Jordi Griera.
Dicen que las tres elecciones de este 2015, se harán en clave de soberanía, y uno no está seguro de que la gente sepa qué quiere decir esa palabra que ahora está en boca de todos, a menudo confundiéndola con independencia.
Un amigo de Vilanova, bien querido y respetado, aproximadamente por Navidad me decía que suscribía todos los puntos del Manifiesto del Proceso Constituyente, salvo el último. Como yo no recordaba cuál era, me aclaró: «la soberanía». He releído el manifiesto y la única soberanía que menciona es la alimentaria. Lo que encuentro curioso y me mueve a escribir no es que la memoria de mi joven amigo no sea mejor que la mía, sino su aparente rechazo a disfrutar de soberanía, cuando yo hubiera dicho que es lo más importante para ser un ser humano completo.
Soberano viene de super, de estar encima, de no tener a nadie más arriba que le diga a uno qué es lo que debe hacer; y lo contrario es el súbdito, lo que está debajo y es mandado. Yo, ustedes perdonen, pero no veo bien que nadie quiera decidir por mí, y no sé cómo alguien le puede encontrar el gusto en eso de ser súbdito, es decir, a no ser soberano. La independencia total es imposible, las personas por suerte somos interdependientes, pero a la vez podemos ser todas soberanas.
La revolución francesa fue por ahí, la gente de París se habían hartado del sufrimiento de ser súbditos y decidieron que la soberanía la tenían ellos, que la de los borbones había terminado aquel día de 1789. El lema de su revolución fue absolutamente espiritual: primero, libertad, que es equivalente a soberanía; en segundo lugar hermandad. ¡Fantástico!, no hay nada más, porque el riesgo de la libertad es que no nos ocupamos de los demás ni de que todo el conjunto funcione, pero con la hermandad esto queda resuelto. Como venían de una situación de gran desigualdad social, similar a la actual para que nos entendamos, pues añadieron un tercer valor: la igualdad, para hacer la famosa trilogía: ¡Liberté, Égalité, Fraternité!. Pero no era necesario, ¿qué desigualdad puede haber cuando hay hermandad de la buena?
No habían pasado ni cincuenta años de los hechos de la Bastilla que el joven Karl Marx hacía unas reflexiones que hoy, ya con un par de cambios de siglo a sus espaldas, parecen más pertinentes que nunca; yo no las había leído, pero Xirinacs las hizo suyas y me llegaron a las manos.
Observaba Marx que las personas hemos renunciado a la mayoría de nuestras soberanías personales a través de una serie de procesos de alienación, que significa poner en manos ajenas lo que nos corresponde:
- La enajenación del propio trabajo - Cedemos el trabajo que hacemos a un tercero a cambio de dinero. Parece que un buen trabajador debería terminar con mucho dinero, pero, por misteriosos circuitos, el dinero se acumula en pocas manos, y no son las suyas1.
- La de la política - Cuando vamos a votar en las elecciones estamos renunciando a manifestarnos directamente nuestra opinión sobre los temas públicos, cedemos nuestro derecho a unos representantes y nos obligamos a respetar lo que ellos opinarán y decidirán en lugar nuestro2.
- La de la fuerza - Cada uno de nosotros tiene unos músculos y una cierta capacidad de defensa personal. Pero en la sociedad renunciamos a esta capacidad y la subrogamos en unos cuerpos especiales, militares y policiales, que pasan a tener la exclusiva del uso de la fuerza3.
- La del espíritu - Lo que nos mueve a la vida y nos hace sentir parte del universo, el fondo del corazón, tiene todas las respuestas. Pues hacemos ver que las tiene una entidad externa remota que llamamos Dios, y después delegamos el diálogo con este Dios en unos clérigos, que se supone que sabrán resolver este imposible4.
Marx y Xirinacs explican otras enajenaciones, pero yo escribiré tres nuevas que para mí son clave:
- La de la salud - El cuerpo humano puede curarse solo de casi todo lo que le pase, está muy bien diseñado, pero cedemos esta facultad en unos terceros, los médicos, e incluso en unas empresas farmacéuticas que ni nos conocen ni nosotros conocemos sus intenciones.
- La del pensamiento - ¡Hemos dejado de pensar a fondo! Lo hemos cedido a unos terceros que, en el mejor de los casos hacen de buenos científicos y, en el peor de malos periodistas. Cuando leemos o escuchamos, ¿ejercemos el análisis crítico? ¿Por qué esa persona dice lo que dice, qué investigación ha hecho, o qué refritos nos está endilgando y con qué intenciones? ¿O es todo mentira?
- La de la conciencia - Cedemos la conciencia a unas sustancias psicotrópicas que la modifican, sobre todo el alcohol, pero también luchamos por tener clubes de cannabis, defendiendo nuestro derecho a renunciar al último de los derechos: a ser nosotros mismos.
Escribo este artículo desde la India estante. Aquí conocí a un sabio llamado Sathya Sai Baba (1926-2011), que construyó gigantescas obras de beneficencia, hospitales, llevó agua donde no había, etc., motivo suficiente para ser calumniado, como de costumbre, por aquellos que nunca han movido un dedo en pro de sus conciudadanos. Pues este hombre hacía tantos milagros y de tanta entidad que sus seguidores lo tienen todavía por una encarnación de Dios. Él, hombre inteligente y honrado, les decía con cierta sorna: «decís que yo soy Dios, pero vosotros también sois Dios; la diferencia es que yo soy consciente y vosotros no». Este es el entramado de la soberanía: ser conscientes del derecho natural a ser soberanos y de la capacidad de mantener vivas todas nuestras soberanías. Otro sabio, Krishnamurti, dijo que «La Verdad es un país sin caminos. En el momento que sigues las huellas de otro, dejas de seguir la Verdad».
¿Y qué significa que un pueblo es soberano? El pueblo somos las personas que lo formamos, y las decisiones que acordemos son sagradas. No se puede meter ningún «representante autorizado» ni menos una «autoridad designada», ni los pueblos vecinos, por supuesto. Los pueblos, como la gente, somos interdependientes pero soberanos. Negar la soberanía es atentar contra la persona humana, que quiere ser libre y fraternal.
En las elecciones de este año no miraré tanto qué opción presenta gente más capacitada como si creo que me consultarán todo lo que les resulte posible, que facilitarán y fomentarán mi participación continuada en la vida política y que respetarán la voluntad del pueblo.
Usted, amigo lector, ya decidirá soberanamente lo que quiera. ¿Soberanamente?
Enlace del artículo original en catalán:
http://www.ddc.cat/post/Jordi-Griera/Sobirania/143
Notas:
1 Lluís Maria Xirinacs. Mundo alternativo. 2.1.2.1. La alienación del trabajo.
2 Lluís Maria Xirinacs. Mundo alternativo. 2.1.2.2. La alienación política.
3 Lluís Maria Xirinacs. Mundo alternativo. 2.1.2.3. La alienación militar.
4 Lluís Maria Xirinacs. Mundo alternativo. 2.1.2.5. La alienación del espíritu.