Tecnología y comunicación (fragmento). Isaac Asimov.
(...) Una vez se contara con la existencia de suficiente información almacenada en una red cibernética mundial, en una forma capaz de manipulación instantánea, también podríamos imaginar un mundo sin dinero... algo que representaría un paso más en un cambio que se ha movido hacia adelante en la misma dirección a lo largo de la historia de la civilización.
Los últimos cinco mil años han conocido la creciente espiritualización de las transacciones financieras, y ello a un paso acelerado. Al principio, los seres humanos realizaban trueques, intercambiando directamente objetos materiales y servicios. Las monedas de metal se pusieron después en uso como una medida universal de intercambio. El papel moneda, arbitrariamente marcado, resultó más eficaz que las monedas. Los cheques, que son billetes personales de cualquier cuantía, aún resultaron más convenientes. Las tarjetas de crédito, por último, concentraron todos los cheques del mes en uno solo.
Las cosas se han venido perfeccionando constantemente, pero la tendencia ha sido crear una sociedad cada día más compleja. El metal posee un valor intrínseco, mientras que el papel tiene sólo el valor que le confiere la estabilidad económica de la sociedad que lo emite. Los cheques suponen una vasta red de contabilidad en el sistema bancario, y las tarjetas de crédito exigen el empleo de computadoras.
Para continuar en esta dirección, debemos imaginarnos poniendo todos los asuntos financieros en la computadora y permitiendo que pequeñas corrientes eléctricas hagan todo lo necesario para realizar lo que siempre ha sido (aunque muy espiritualizado) una forma de trueque.
Supongamos que se colocan en la red cibernética las disponibilidades dinerarias de todo el mundo (la cantidad a ser empleada en transacciones financieras), y que todos pudiéramos ser registrados en un aparato apropiado que se pudiera accionar con una impresión digital, un golpe de voz, un compuesto químico de transpiración, o algo más sutil. Con cualquier manipulación apropiada, una persona podría siempre saber la situación exacta de su dinero.
Supongamos que cualquier transacción en la que tuviera que participar una persona -ganar, depositar, invertir o gastar cualquier suma de dinero- se llevara a cabo sólo cuando los aparatos de cada parte de la transacción fueran colocados en la boca de una computadora, la cual transferiría entonces las sumas pertinentes mediante impulsos eléctrónicos, de una tarjeta a otra.
Los impuestos también podrían automatizarse. El Gobierno podría asignarse automáticamente una participación en el dinero de cada transacción, basando su imposición en el tamaño del negocio y de los bienes del individuo que recibe el dinero. Se tendrían que atender cuidadosamente otras complejidades y realizarse ajustes (de una forma más justa, equitativa y adecuada a la persona de lo que ahora es posible), de un modo u otro, al final del año fiscal.
La manipulación computerizada de la información puede ser proclive a abusos, desde luego. Existe el riesgo de abuso en casi todo, y desear las ventajas que nos pondría reportar una sociedad más compleja significa aceptar el riesgo inherente de mayor oportunidad de abuso. (Un indigente no puede temer que le roben joyas, pero a la mayoría de la gente le gustaría ser rica y aceptarían el riesgo de ser robados).
En este sentido, el uso de computadoras, aunque pueda parecer un riesgo de pérdida de nuestra intimidad y entrañar un riesgo de oculta manipulación fraudulenta y corrupción, puede proporcionar las técnicas necesarias para evitar el abuso.
De vez en cuando, uno lee noticias acerca de computadoras que hacen cosas increíblemente estúpidas, o que son burladas por alguien poco escrupuloso, pero ello es siempre el resultado de una programación inadecuada y se trata de un error humano. Según las computadoras se hacen más avanzadas y complejas, es de suponer que podrán llegar a «aprender» cada vez mejor a reconocer las programaciones defectuosas y a cuestionarlas. Cada vez será más difícil burlarlas.
Conforme la posibilidad de evasión de impuestos e irregularidades financieras se vaya haciendo más difícil, la gente dejará de intentarlo, con lo cual la honradez será inevitable y, por lo tanto, de buen tono (...).
Isaac Asimov.
Texto editado por primera vez en mayo del 1977.
Extraído del libro Vida y tiempo. Plaza y Janés. Edición de febrero del 1980. Páginas 221 a 223.