El Punt Avui+. Barcelona. Lunes, 1 de octubre de 2018.
Sociedad.
El día que fuimos invencibles.
Para psicólogos, sociólogos y filósofos, el 1 de octubre fue clave para consolidar vínculos y reforzar la conciencia nacional.
Luchar por un bien superior con las armas de la resistencia pacífica y la solidaridad ha apoderado el pueblo.
La desconexión mental con el Estado ya no tiene marcha atrás.
Cientos de personas que votaron el 1 de octubre defendieron ese día su colegio electoral y reivindicaron la resistencia pacífica / Foto: Elisabeth Magre.
Laia Bruguera, Barcelona.
«El 1-O se tenía claro que estaba al servicio de una causa mayor».
Llevábamos días de infarto y aún habían de venir muchos más, –quién sabe cuántos quedan–, pero la montaña rusa emocional vivida por más de dos millones de catalanes el 1 de octubre es, a estas alturas, incomparable. Los sentimientos fueron muchos y totalmente contradictorios, pero cuando se cerraron los colegios electorales convergieron en una euforia colectiva que psicólogos, sociólogos y filósofos consultados remarcan que ha reforzado las convicciones, los vínculos y las ganas de lucha. Fuimos invencibles porque a pesar de todo votamos y porque respondimos a la agresión no sólo de una manera pacífica sino, además, festiva, y como recuerda el sociólogo Salvador Cardús, esto ha «consolidado y completado el sentimiento de pertenencia» no sólo desde el punto de vista político sino también «ético», ya que «nos sentimos parte de un movimiento que se carga de razón cada vez que tiene un estorbo».
«Ahora hay una lucha por el relato, pero las emociones son reacciones, y el 1 de octubre percibimos una clara victoria, el estallido de masas en la calle los dos días posteriores fue brutal, el más fuerte de todos, y fue posible gracias al empoderamiento colectivo del 1 de octubre», reflexiona el psicólogo psicoterapeuta Albert Vidal. «Aunque después se haya querido crear un relato de derrota, ese día todos teníamos claro que se trataba de una victoria sin precedentes que se convertiría en una fecha histórica de nuestro país.»
Para Vidal, el día de la consulta marcó un antes y un después porque «fuimos conscientes de la enorme responsabilidad personal y colectiva que suponía seguir plantados en nuestros colegios, sentimos que el momento histórico nos trascendía y afloraron sentimientos muy fuertes de solidaridad y fraternidad con nuestros vecinos y también con el país». El resultado es que «se produjo una toma de conciencia nacional que nos tejió aún más como pueblo». Un pueblo fortalecido, remarca el psicoterapeuta, también porque ese día «supimos que podemos controlar el miedo y la rabia». «Ante la agresión policial, la reacción prácticamente unánime fue de resistencia pacífica, que es más elaborada psicológicamente que la violenta», recuerda. «¿Como aquella gente que estuvo ante la policía golpeándola pudo reaccionar de esa manera tan impecable?», Se pregunta, y concluye: «Esto es muy difícil de hacer y, como pueblo, da mucha fuerza y poder.»
Quien luchó para que el referéndum se hiciera, fuera con los preparativos previos, fuera el día que tocó defenderlo incluso con el propio cuerpo, tenía claro que estaba al servicio de una causa mayor. Y, como relata Salvador Cardús, cuando en el momento de la represión se «reforzó» el sentimiento de pertenecer «a los buenos de la película» –«los pacíficos, los que quieren democracia, los que se quieren expresar dejando que cada uno exprese que quiera»– y esto no sólo ha fortalecido los convencidos, sino que «ha ensanchado la base». Como indica el sociólogo, los argumentos racionales –como que el expolio fiscal perjudica el sistema sanitario– se deben explicar pero son conocidos y están agotados. «La base se ensancha con adscripción emocional, con aquellos elementos ligados a la dignidad, los derechos civiles, la paz como respuesta a la violencia» que ese día reivindicamos. La misma visión la tiene la psicóloga clínica y comunitaria Dolors Marín, que tiene muy claro que «sin emoción no se hace comunidad».
Un honor, vivirlo.
«Una cosa es que a título individual ese día vieras cosas que te provocaran rabia o miedo –relata Marín–, pero a nivel colectivo te sentías muy acompañado.» «Tenemos un vivo sentimiento de pueblo, el 1 de octubre hicimos ser un solo yo comunitario» y «cedimos la mejor parte de nuestra mente para enriquecer nuestra personalidad comunitaria», asegura. Y a pesar de la impotencia y la rabia, «tuvimos la capacidad de apartar temores» porque «disfrutamos del honor de participar en una realidad francamente superior».
Para Marín, lo más importante de todo es que el 1 de octubre «fue la puerta a la acción». «La construcción comunitaria la tenemos porque es muy fuerte y antigua y en los últimos años la hemos fortalecido manifestación tras manifestación –argumenta–, pero el 1 de octubre compartimos un acto político, fuimos sujetos soberanos.» Y el resultado tuvo éxito: «Actuamos con madurez comunitaria y fortalecimos nuestra conciencia nacional, haciendo un gran salto adelante.»
Nada ha sido igual. Aquel día y también la represión posterior –los encarcelamientos, los exilios, la escuela catalana de nuevo en el punto de mira...– han hecho que, para mucha gente, no haya marcha atrás. «Mentalmente, ¿lo que pasó supuso para muchos la rotura definitiva con el Estado? Globalmente sí, pero los clics han sido continuos, cada manifestación del 11 de septiembre ha ayudado. En la Vía Catalana seguro que mucha gente acudió de manera menos consciente y comprometida y salió cambiada viendo tanta solidaridad y sabiéndose tan acompañada», opina Cardús. Antes de responder la misma pregunta, el psicólogo Albert Vidal quiere recordar que «las emociones son volátiles, suben y bajan, pero lo que queda, el sentimiento, es estable». Y a su entender, pasado un año, el sentimiento que ha quedado respecto en España es el de «desafección». «Es peor que el odio –considera–, es una distancia, una frialdad, un sentimiento de no pertenencia.» Para este profesional, esto se explica no sólo por las cargas sino por el silencio e incluso la complicidad que acompaña muchas humillaciones. «Creo que lo que hizo más daño es aquel «A por ellos» coreado por gente de la calle, lo rompió por dentro a mucha gente.»
Rabia e impotencia.
Pero la violencia explícita fue, por supuesto, el gran detonante. Rosa Jové forma parte del grupo de psicólogos de emergencias de la demarcación de Lleida. A pesar de la intensidad emocional de los acontecimientos, ni el día 1 de octubre ni los posteriores la administración no activó este servicio, así que ella y varios compañeros se autoorganizaron y fueron a dar charlas a diferentes pueblos y barrios leridanos. «Trabajábamos con la gente las emociones vividas y pensábamos que la predominante sería el miedo, pero era la rabia, la impotencia, el no creerse que en un estado democrático pudiera estar pasando aquello.» «En los pueblos pequeños había mucha gente que no quería ir a votar pero vio como golpeaban sus vecinos... El 1 de octubre mucha gente se terminó de convencer, por eso a las elecciones del día 21 de diciembre los partidos independentistas aún tuvieron más votos», argumenta. Jové asegura que un año después «todavía repetimos aquel «No tenemos miedo»». «Con lo que pasó, cualquiera estaría debajo de la cama –afirma–, pero no fue así y estoy segura que la gente lo volvería a hacer porque se ha apoderado.»
Han pasado 365 hojas del calendario y las sensaciones son ahora agridulces. Para el filósofo Francesc Torralba, «para algunos ciudadanos el recuerdo es positivo, reflejo de una ciudadanía responsable que toma conciencia de su dignidad», pero para otros «es un recuerdo amargo, porque no se reconoció aquello por lo que se había luchado encarnizadamente». Pero, por encima de todo, está la sensación de haber hecho historia. Por ello Cardús reflexiona: «Es una lástima porque el 1 de octubre fue extraordinario y no tuvimos tiempo de celebrarlo, lo teníamos pendiente.» Estos días, cientos de actos en todo el país intentan rendirle el merecido homenaje.
Las frases:
«El 1 de octubre terminó de consolidar y completar el sentimiento de pertenencia»
(Salvador Cardús, sociólogo).
«Sentimos que el momento histórico nos trascendía y surgieron fuertes sentimientos de fraternidad»
(Albert Vidal, psicólogo).
«Se hizo un gran salto adelante porque compartimos un acto político, fuimos sujetos soberanos»
(Dolors Marín, psicóloga).
«El recuerdo puede ser amargo o positivo, reflejo de una ciudadanía que toma conciencia de su dignidad»
(Francesc Torralba, filósofo).
La sospechosa «buena conciencia» del Estado.
Para el filósofo Joan-Carles Mèlich, lo que ocurrió el 1 de octubre no es un debate político sino ético. «Desde el punto de vista ético, nada puede legitimar la violencia, y menos la política.» Si lo hace, advierte, estamos ante un Estado autoritario o, «como mínimo», no democrático. A este filósofo, pues, le preocupa no sólo que el Estado aplicara la ley tal como la aplicó, sino que tenga «buena conciencia». «Toda legalidad debería tener mala conciencia porque sabe que ninguna ley será nunca suficientemente legítima, bastante buena, por lo que al menos debe escuchar a los que están fuera de la ley vigente», advierte.
Los psicólogos aseguran que esta buena conciencia del Estado, esta legitimación de la violencia, ha perjudicado a las personas que sufrieron las agresiones policiales. Albert Vidal y Dolors Marín forman parte de la sectorial de psicólogos de la ANC, que recuerda que «las víctimas de una agresión necesitamos ser escuchadas y comprendidas, se les ha de dar un espacio que les ayude a elaborar correctamente la experiencia traumática vivida». Pero la negación de la violencia que hizo el Estado lo dificultó porque «llegó a culpabilizar a las víctimas por haber llevado a los niños y las personas mayores a los centros de votación o simplemente por haber organizado un acto ilegal».
Los profesionales de la ANC aseguran que las semanas posteriores al 1 de octubre en las consultas privadas «observaron las consecuencias de la represión policial» en forma de aumento de la ansiedad, el estrés, los miedos y las inseguridades. «No se ha hecho un seguimiento coordinado que nos permita tener una idea del alcance del daño psicológico ocasionado.» Para evitar que vuelva a haber esta desprotección, están trabajando en unos protocolos que permitan activar los psicólogos de emergencias en eventos similares a los del 1 de octubre.
Enlace del artículo original en catalán:
http://www.elpuntavui.cat/societat/article/5-societat/1476576-el-dia-que-vam-ser-invencibles.html