Penedès Econòmic. Septiembre de 2019. Página 16.
Resignificando la muerte.
Dolors Marín Tuyà. Psicóloga y miembro del Grupo de Investigación Globàlium de la Fundación Randa - Lluís M. Xirinacs.
Nuestra cultura hace un canto a la vida a la vez no queriendo saber nada de la muerte. Saber de la cultura de muerte es muy positivo, como nos señala Lluís M Xirinacs poco antes de morir. Si la vida es el paso del cigoto (semilla de vida) a cuerpo desarrollado, la muerte es el paso inverso. En la vida descodificamos la información almacenada en el cigoto y de cara a la muerte codificamos la vida en nueva semilla de vida. Codificar es cultura de muerte y descodificar es cultura de vida.
Desde la pubertad y a lo largo de toda la vida, la cultura de muerte transforma órganos, sistemas y todas las experiencias vividas hasta el momento de crear un cigoto. Vamos codificando y lanzando códigos (gametos) en vista a la fecundación. Resultan semillas siempre diferentes. No es lo mismo la vida de un joven que la vida de un mayor ni tampoco sus semillas. Llevan codificaciones en parte comunes y en parte variadas segundos el ritmo de la vida todavía no vivida o ya vivida.
Socialmente la codificación se hace y se guarda en la memoria cerebral de cada cual, enriquecida por la herencia y la educación, y, se realiza y guarda en escritos, fotografías y todo tipo de documentos físicos. Desde pequeños, descodificamos la cultura recibida, y la disponemos más o menos ayudada por las circunstancias y las oportunidades, en comunión con todo el entorno. Hay que saber iniciar y llevar a cabo, en los momentos adecuados, la cultura recodificadora de la muerte. Hay que saberse ir retirando poco a poco del protagonismo personalista de la vida y dedicarse más a preparar y lanzar simientes de momento silenciosas con la experiencia y la sabiduría acumuladas a lo largo de la propia vida. Tanto si tenemos hijos como si no, hay que velar, en el nivel social, la creación, conservación y fructificación de semillas positivas de futuro, sin perseguir resultados y lucimientos particulares inmediatos en la propia vida. Unos siembran, otros cosechan. Y hace falta también que quienes cosechan siembren para otros. Saber, en el confinamiento de la fase menguante de la vida, codificar todo aquello de bueno y socialmente valioso, que ha producido esta vida nuestra, es todo un arte, humilde y callado. Hace falta que la semilla, cayendo al suelo, muera a sí misma. Solo así dará verdadero fruto. Cultura de la muerte es morir libremente a uno mismo para dar vida nueva y abundante, no propia.
Dolors Marín Tuyà.
Psicóloga y miembro del Grupo de Investigación Globàlium de la Fundación Randa - Lluís M. Xirinacs.