El Punt Avui. Lunes, 11 de Mayo de 2020. Página 4.
Punt de vista. Opinió. Tribuna.
Buscamos la plenitud.
Dolors Marin Tuyà. Psicóloga.
«En Occidente nos enseñan moral y no el espíritu y en Oriente enseñan el espíritu y niegan el yo».
Los procesos iniciáticos, normalmente, parten del territorio profano de la ciencia (estructuras y materia) para ir hacia el territorio sagrado situado en el extremo opuesto, el de la conciencia (vivencias y alma). La iniciación en nuestro mundo occidental la hacemos en la escuela y en la universidad, a partir de unas enseñanzas muy centradas a saber cuestiones técnicas e intelectuales con el objetivo de hacer cosas y de tener cosas. Iniciación que excluye el mundo del espíritu que no es ni medible, ni controlable ni jerarquizable. Un mundo que empieza conmigo y mi alma y que se funde en el alma del universo en medio de todo de almas. Como el agua de una gota que cuando llega al mar no se pierde pero ya no tiene conciencia de gota. El yo es la gota, no es el agua, el agua es el espíritu, el alma. Se juntan todas las almas y hacen el alma universal.
Yo soy libre y responsable. Yo tengo la capacidad de decidir y la capacidad de responder a mis actos libremente. Siento mi yo si me centro en mí y me desengancho de las cosas que hago o me pasan. Detrás mío hay mi alma. Si hacia afuera tengo mi cuerpo, hacia adentro en un mundo de misterio, místico y trascendente, que no veo, tengo mi alma.
La persona libre es terrible, no se la puede coger por ninguna parte. Xirinacs decía que en comisaría para poder ir al lavabo o poder fumar tenías que confesar y firmar un papel. Estabas atado. Y que la persona tiene que estar dispuesta, si es un sujeto libre, a mearse encima, a no firmar y a no sentirse humillada ¡porque si te sientes humillado ya estás atado! En Occidente nos enseñan moral y no el espíritu y en Oriente enseñan el espíritu y niegan el yo. El yo es importantísimo, es quien encuentra a su alma y la conecta con todo el espíritu. Todo en este mundo tiene espíritu: una mesa, una casa, un árbol, un bosque, un pueblo... tienen espíritu y el conjunto forma el espíritu universal, que sería el alma del universo.
Estar embobado es como marchar un poco de este mundo. A la persona que se queda embobada su espíritu se le ha ido un poquito de aquí. Los espíritus se imbrican unos con otros a diferencia de los objetos, que no lo hacen. Muchas veces cuando digo «he hecho esto» puede querer decir que el espíritu de mi padre me ha insinuado que lo haga y me ha animado a hacerlo. Aquello que dicen que cuando los padres quieren una cosa los hijos la realizan. Pueden tardar una generación, por las dificultades, pero el hijo la realiza. ¿Por qué? Porque el espíritu del padre está en el hijo. Un paso más en el proceso de maduración sería el de retorno de lo sagrado hacia lo profano, a menudo olvidado u obstaculizado por las tradiciones que se han convertido en centros de poder. Volver para hablar alto y claro sobre el espíritu objetivado. Si bien, después, para implementar las profecías se tiene que ser competente y tener compromiso con el más próximo a lo que es profano.
Enlace del artículo original en catalán:
https://www.elpuntavui.cat/opinio/article/8-articles/1703537-veracitat.html