Os informamos de este artículo que trata de las monedas locales, alternativas y complementarias, ya sean anónimas o nominativas.
Muchas
propuestas políticas reivindicadas por el equipo encabezado por Agustí
Chalaux (1911-2006) y Lluís Maria Xirinacs (1932-2007), dentro del
Centro de Estudios Joan Bardina, pueden ser aplicadas a niveles más
reducidos que el de toda una comunidad geopolítica, ya sea un estado
soberano con moneda propia, o bien una confederación continental de
naciones también con moneda propia como la que debería ser Europa o la
Unión Europea. En nuestro caso, una población o una comarca pueden
habilitar una moneda local nominativa telemática capaz de experimentar,
en un ámbito más cercano, una sociedad que disponga de suficiente
moneda como para dinamizar su propia economía y al mismo tiempo aplicar
a este instrumento las normas de transparencia, privacidad y exigencia
de responsabilidad de una moneda nominativa telemática capaz de servir
eficazmente a la comunidad que va dirigida.
No
hay necesidad, pues, de haber asaltado antes la Bastilla o el Palacio
de Invierno para comenzar a vivir más de acuerdo con los propios
principios. Hay aplicaciones telemáticas, incluso gratuitas y de
software libre, que nos permiten llevar a cabo proyectos locales, que
vayan confluyendo confederativamente en proyectos de ámbito mayor.
Directa. Semanario de comunicación. Número 315. Jueves, 2 de mayo de 2013.
Cuadernos de Illacrua, 148. Monedas con valor.
Dicen
que los «bitcoins», la moneda alternativa más de moda últimamente, cae
en cotización al mismo tiempo que crecen sus búsquedas en Google. A
pesar de ser una red compartida, distribuida y no centralizada, la
popularidad de la moneda ha crecido gracias a su anonimato y casi
secretismo, que ha hecho que Wikileaks o ciberactivistas de todo el
mundo la utilizaran. Sin embargo, también ha hecho que muchos
narcotraficantes saquen provecho para comprar y vender droga de manera
anónima. Este artículo, sin embargo, no trata de secretismos, sino del
valor social -bien visible- de muchos proyectos que utilizan monedas
complementarias.
Oriol Agulló.
El
16 de octubre de 1934, en Zúrich, la Wirtschaftsring-Genossenschaft
puso en marcha la wir, una moneda surgida para crear una red de ayuda
mutua entre empresas que estaban en quiebra. La iniciativa, que
actualmente sigue activa y cuenta con más de 60.000 empresas adheridas
que comercian entre ellas con wirs -lo que supone poner en circulación
miles de millones de monedas cada año-, ha demostrado que tiene un
impacto macroeconómico significativo que ayuda a la estabilidad de la
economía suiza, especialmente para el sector de las pequeñas y medianas
empresas.
El milagro de Wörgl.
La
de Zúrich, pero no fue la única experiencia de la época. Durante los
años de la Gran Depresión, aparecieron cientos en Estados Unidos,
Austria y Suiza. Un caso paradigmático llegó en julio de 1932 en la
pequeña población tirolesa de Wörgl. Michael Unterguggenberger, alcalde
del municipio, introdujo una moneda local para hacer frente al
progresivo empobrecimiento de la población y al desempleo, que
alcanzaba el 30%. Unterguggenberger se dio cuenta de que la ciudadanía
no podía cubrir sus necesidades por la falta de dinero e introdujo los
llamados «billetes de aseguramiento del empleo», un tipo de moneda sin
intereses, que perdía el 1% del valor cada mes y podía convertirse en
chelines austriacos a una tasa del 98%. Para evitar la tasa, la gente
empezó a gastar rápidamente el dinero que ingresaba y, ante el temor de
que se devaluara la moneda, incluso pagaban los impuestos municipales
por adelantado.
Unterguggenberger
logró el pleno empleo en un año. Pero el milagro de Wörgl murió de
éxito cuando más de cien municipios austriacos lo quisieron copiar y el
Banco Central de Austria presionó para que el gobierno prohibiera la
moneda. Poco tiempo después, la pobreza y el desempleo volvieron a
Wörgl.
Las monedas locales hoy.
Las
monedas sociales modernas renacieron en los años 80 en Vancouver,
Canadá, con los Local Exchange Trade Systems (LETS) y, más adelante,
con las Ithaca Hours, un billete que se extendió por América Latina,
especialmente en el Argentina. En Europa, hemos visto nacer las regio
en Alemania y varias monedas locales en las transition towns. Se estima
que, hoy, hay cerca de 10.000 monedas complementarias, muchas de las
cuales están conectadas a través del Community Exchange System, que
dispone de 58 grupos regionales. En julio de 2012, se hizo el primer
encuentro de monedas sociales y complementarias del Estado en Vilanova
y la Geltrú y, el próximo mes de mayo, se hará la segunda en Sevilla.
Pasando por la turuta vilanovina, en Cataluña, hay más de quince
monedas locales, muchas de ellas vinculadas a las ecoxarxes que hay
repartidas por todo el territorio.
Tipos de monedas locales.
Hay quien las separa en función de la finalidad con que han sido emitidas y las clasifica en rojas, verdes o azules.
Según
esta clasificación, las monedas rojas son las que tienen un impacto
social que sirve para impulsar la economía informal, es decir, para que
el vecindario se haga favores o impulse bancos del tiempo o redes de
intercambio, las monedas azules sirven para potenciar la actividad
económica, es decir, la economía formal de la pequeña y mediana
empresa, con un cierto impacto macroeconómico, como en el caso del wir,
en último término, encontramos las monedas verdes, que son las que se
crean para promover comportamientos ecológicos.
Un
ejemplo fue la tarjeta NU-Spaarpass de Rotterdam, en circulación entre
los años 2000 y 2002, a través de la cual la ciudadanía compraba en
unos comercios ecológicos adheridos y obtenía descuentos para las
tiendas adheridas o los transportes públicos.
Fomentar su uso.
La
mayoría de monedas se basan en las oficiales, pero están incentivadas.
Mantienen una equivalencia de 1 a 1 entre el valor de la moneda social
y el oficial, pero se penaliza el cambio a la moneda oficial o se
bonifican las compras con monedas locales a través de descuentos. Hay
otros que, como Wörgl, apuestan por la oxidación, es decir, para que el
dinero vaya perdiendo valor con el tiempo, para impulsar la circulación
rápida.
La «toreke».
En
el año 2010, el Ayuntamiento de Gent, en Bélgica, preguntó al
vecindario de Rabot-Blaisantvest, una zona marginal y empobrecida de la
ciudad, qué necesidades había de cubrir para el barrio. La gente se
decantó por los espacios verdes y los huertos urbanos. Con esta
demanda, el Ayuntamiento alquiló unos huertos urbanos, que el
vecindario debía pagar mediante una moneda local, la toreke. Para
conseguir la moneda, se debía hacer trabajo voluntario en actividades
como la limpieza o el ajardinamiento de las calles, lo que daba derecho
a pagar el alquiler de los huertos y servía para intercambiar productos
ecológicos, comprar billetes de transporte público o conseguir entradas
para el cine del barrio. Actualmente, el proyecto se financia con el
presupuesto que antes se destinaba a los servicios que hacen las
vecinas -cerca de 50.000 euros- y se ha calculado que cada euro
invertido a través de torekes tiene un impacto tres veces mayor que con
la moneda convencional.
Las «palmas».
Tras
comprobar que la mayoría de las personas de las favelas compraban fuera
de este espacio, el banco comunitario Banco Palmas de Brasil puso en
marcha, en el año 2000, las palmas, una moneda que quería impulsar la
circulación de dinero dentro de la favela para aumentar el poder del
comercio local y generar empleo e ingresos. Para ello, promocionaron la
obtención de créditos en palmas para poner en marcha pequeños comercios
conducidos por residentes y hacer que se consumiera dentro de las
favelas. El proyecto tuvo éxito y el gobierno brasileño entendió que
incentivaba económicamente una zona donde no llegaban los reales, la
moneda oficial de Brasil. Actualmente, el país cuenta con 103
iniciativas de monedas como las palmas, promovidas por la
administración a través de la Secretaría Nacional de Economía Solidaria
del Ministerio de Trabajo y Empleo.
¿De dónde vienen los euros?
El
dinero que prestan los bancos no son los que las personas han dejado en
depósito. Los bancos no crean dinero ni los beneficios ni los
depósitos, sino de la promesa de las personas de devolver el dinero.
Cuando firmamos un préstamo, nos comprometemos a devolver el dinero que
nos han dejado con un interés. El banco inventa un dinero del que no
dispone y escribe la cifra en la cuenta de la persona prestataria. Cada
vez que los bancos hacen un préstamo, multiplican dinero que no
existen. Un banco, sin embargo, no puede crear dinero, es el sistema
bancario el que lo hace y, a través de los bancos centrales, se
imprimen billetes que se ceden a las entidades para que puedan dar
dinero a las personas que quieran sacar. Cada banco central decide qué
tanto por ciento de dinero real hay que tener en la caja. En Estados
Unidos, es un 10%, en Europa, es un 2%, y, en Gran Bretaña, legalmente,
no deben guardarse nada. Así pues, si todo el mundo quiere dinero en el
mismo momento... hay un problema: no hay suficiente dinero.
Andreu Honzawa, politólogo, trabajador de la fundación social Trade Organization (STRO) y experto en monedas complementarias.
«Es prioritario que el dinero que gastan las administraciones se invierta en la economía local».
Andreu Honzawa. Foto: Pau Barrena.
¿Cuál es la tarea de STRO?
Hace
proyectos de monedas complementarias a través de la cooperación
internacional y de la investigación y el desarrollo de sistemas de
microfinanzas.
¿Qué proyectos ha desarrollado?
Principalmente
un software, Cyclos, que permite que cualquier persona cree una moneda.
La idea es que todos los proyectos que haga STRO pasen por esta
plataforma. Ahora, sin embargo, estoy haciendo un proyecto europeo para
impulsar monedas sociales como políticas de promoción económica y del
empleo.
¿Cómo se desarrolla un proyecto de moneda social como política pública?
Promoviendo
el comercio local para que la inversión de la administración tenga más
impacto en la economía de la localidad. En tiempos de crisis, siguiendo
la lógica keynesiana, el sector público tiene que gastar. Cuanto más
invierte, más dinero tiene la gente y además puede gastar. En un
comercio globalizado, es prioritario que el dinero que gastan las
administraciones inviertan en la economía local.
¿No se muestran reticentes las administraciones?
Que
el Estado gaste en monedas locales y acepte el pago de un importe en
este sistema es difícil, sí. De todas formas, hemos conseguido que, en
Brixton y Bristol, en Inglaterra, una tasa pública se pague a través de
un software que hemos desarrollado.
¿Esto es legal?
Sí,
es un sistema similar a los vales de comida que se dan en muchos
países. Lo primero que hacemos es ver qué mecanismo legal existe y
proponer una solución u otra. Encontraríamos ejemplos en ciudades como
Toulouse. Allí, el proyecto Sol Violette permite que una parte del
Pirmi, es decir, del subsidio que reciben las personas en desempleo, se
reciba con moneda local. Si hay voluntad política, se puede hacer.
¿Cómo convencéis las administraciones para que lo hagan?
Si
hablas de monedas alternativas, no te miran con buenos ojos puesto que
las leyes dicen que el Banco Central Europeo es el único que está
autorizado a emitir monedas. En cambio, si les hablas de un sistema de
pago digital innovador para el desarrollo económico y del empleo que
utiliza las TIC, lo entienden mejor. En realidad, harás lo mismo, pero
lo planteas de la manera que la quieren oír.
¿Siempre hablamos de utilizar monedas complementarias a las convencionales?
Sí,
pienso que vamos hacia la convivencia de dos monedas, una de local para
los productos locales y una global para los productos globales. Nuestra
opción es implementar monedas para sectores o regiones.
¿Tenemos que volver a la peseta, pues?
No
es necesario conocer cómo se emite y qué modelo de dinero tenemos. Hay
monedas de crédito mutuo, monedas que se basan en materias primas,
monedas de valorización local o monedas basadas en euros. Hay
diferentes modelos de monedas y de emisiones de moneda.
Las
complementarias se emiten y se basan de manera cualitativamente
diferente al euro y, desde STRO, potenciamos sistemas adaptados a
realidades locales concretas.
¿Se trata de utilizar menos el euro?
Sí,
sirven para reducir nuestra adicción a los euros. Tenemos una gran
dependencia de las monedas de unos bancos centrales que especulan con
nuestro dinero y nos controlan. Difícilmente podemos eliminar la
dependencia de los grandes organismos financieros mundiales, pero sí
podemos disminuirla a través de comunidades con sistemas monetarios
propios.
¿Esto puede ser una solución a la crisis del euro?
No
se trata de quedarse en el euro o no, cuando los euros se reducen, las
monedas complementarias sirven para mantener la actividad económica de
la región, cubrir necesidades básicas y hacer de buffer de la economía
de la zona. Desde STRO, queremos implementar el uso de monedas basadas
en euros para canalizar el dinero en un sistema de pago digital que dé
liquidez a los mercados en recesión.
¿Es decir, para hacer llegar más dinero aquí?
Exacto.
Si pusiéramos más dinero en el sur de Europa, esto iría muy bien en los
países como Italia o el Estado español, ya que habría más dinero y se
activaría la economía y el empleo. Sin embargo, no iría tan bien en los
países del norte de Europa, ya que haría subir la inflación, es decir,
los precios. A través de este sistema digital, lo que haríamos es crear
una bonificación temporal para comprar en los países en recesión y,
así, activar las economías del sur de Europa hasta volver a la
estabilidad económica.
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