El libre mercado es una utopía imposible.
Carlos Montero.
Martes, 26 de Agosto del 2014.
Fred Block, profesor de sociología en la Universidad de California, y Margaret Somers, profesora de sociología de la Universidad de Michigan, han publicado recientemente el libro «El Poder del Fundamentalismo de Mercado: La crítica de Karl Polanyi».
La tesis central de Polanyi es que no hay tal cosa como un mercado libre, nunca ha habido, ni habrá jamás. De hecho él llama a la idea misma de una economía independiente de las instituciones gubernamentales y políticas una «pura utopía» -utópico porque es irrealizable-, y el esfuerzo para traerlo a la existencia está condenado al fracaso, e inevitablemente producirá consecuencias distópicas.
Mientras que los mercados son necesarios para cualquier economía que funcione, Polanyi sostiene que el intento de crear una sociedad de mercado es fundamentalmente amenazante para la sociedad humana y el bien común. En el primer caso el mercado es simplemente una de las diferentes instituciones sociales; en el segundo representa el esfuerzo de someter no sólo a los productos reales a los principios del mercado, sino a la práctica totalidad de lo que hace que la vida social sea posible, incluyendo el aire limpio y el agua, la educación, la atención de la salud, la seguridad social, y el derecho a ganarse la vida. Cuando estos bienes públicos y necesidades sociales (lo que Polanyi llama «mercancías ficticias») se tratan como si fueran mercancías producidas para la venta en el mercado, en lugar de derechos protegidos, nuestro mundo social está en peligro y sobrevendrán grandes crisis.
La doctrina del libre mercado tiene como objetivo liberar a la economía de la interferencia del gobierno, pero Polanyi desafía la idea de que los mercados y los gobiernos son entidades separadas y autónomas. La acción del gobierno no es una especie de «injerencia» en la esfera autónoma de la actividad económica; simplemente no hay economía sin reglas e instituciones gubernamentales. No es sólo que la sociedad depende de las carreteras, escuelas, sistemas de justicia y otros bienes públicos que sólo el gobierno puede proporcionar. Es que todos los factores económicos claves–tierra, trabajo y dinero- son creados únicamente por la acción sostenida del gobierno. El sistema de empleo, los acuerdos para comprar y vender los activos inmobiliarios, el suministro del dinero y el crédito, son organizados y mantenidos por la regulación gubernamental.
Ante la pregunta: ¿De qué manera esas ideas nos ayudan a entender los problemas económicos acuciantes que aún enfrentamos hoy en día? Los autores afirman: Al poner el gobierno y la política en el centro del análisis económico, Polanyi deja claro que los problemas económicos acuciantes de hoy son casi en su totalidad los problemas políticos. Esto puede efectivamente cambiar los términos del debate político moderno.
Ambas tendencias, izquierda y derecha, se centran hoy en la desregulación. Para la derecha es un grito de guerra contra los obstáculos gubernamentales. Para la izquierda es el flagelo detrás de nuestras desigualdades económicas.
Si bien difieren drásticamente en su conveniencia, ambas posiciones asumen la posibilidad de un mercado «no regulado» o «no político».
Lo que se hizo en nombre de la «desregulación», en realidad fue en nombre de la «re-regulación». Los gobiernos siguen regulando, pero en lugar de actuar para proteger a los trabajadores, los consumidores y los ciudadanos, se han ideado nuevas políticas destinadas a ayudar a que las instituciones financieras y corporativas maximicen sus retornos, aumentando la desigualdad.
Las implicaciones de esto para el discurso político son muy importantes: Si las regulaciones son siempre componentes necesarios de los mercados, no hay que discutir la regulación frente a la desregulación, sino más bien qué tipo de regulaciones preferimos: ¿Las destinadas a beneficiar a la riqueza y el capital? ¿O aquellas que se benefician del bien público y común?