A continuación reproducimos el siguiente artículo que trata sobre la posible eliminación del dinero anónimo de monedas y billetes, lo que permitiría reducir la corrupción, el fraude fiscal y los crímenes y delitos por razón de dinero.
Sin fraude fiscal se podrían bajar los impuestos, aunque no se tenga en cuenta la hipótesis del bien común mercantil o capitalismo comunitario enunciada por el equipo encabezado por Agustí Chalaux (1911-2006) y Lluís Maria Xirinacs (1932-2007), dentro del Centro de Estudios Joan Bardina.
Pero sin el dinero anónimo de monedas y billetes sería inviable la mendicidad, por lo que la hipótesis del capitalismo comunitario, de ser verificada, nos permite aplicar, sin subir los impuestos, un sistema de renta básica universal que haga que todos los ciudadanos sean consumidores, con lo que eliminamos la miseria material de los más desfavorecidos y los vendedores de productos de primera necesidad no les faltarán clientes.
Por último, recordamos la propuesta del Centro de Estudios Joan Bardina consistente en la nacionalización de las redes telemáticas monetarias y su disposición a manos de una justicia verdaderamente independiente, para garantizar la transparencia, la fidelidad de los datos y la privacidad de los usuarios.
Ara Premium. Domingo, 22 de febrero de 2015.
Fiscalidad Control Alternativo.
Eliminar el metálico para detener el fraude.
Los pagos con tarjeta están más extendidos en los países que tienen menos economía sumergida.
Júlia Manresa. Barcelona | Actualizada el 22/02/2015. 00.00.
Dinero de plástico. Los países con más pagos con tarjeta tienen menos economía sumergida. / F. Forné.
Comprar el pan o el periódico con una tarjeta es más que habitual en países como Holanda o Dinamarca. Los mismos estados europeos que, según un estudio de la agencia de trabajo temporal Ranstad, en 2014 tenían niveles de economía sumergida hasta un 10% inferiores a los de España.
En mayo del año pasado Ken Rogoff, ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional y profesor de Harvard, publicaba un artículo en el Financial Times en que proponía acabar con el efectivo para reducir la evasión fiscal. De hecho, Suecia ya se lo planteó en 2010, cuando el sindicato Finans For Bundet lo propuso como medida para evitar los robos.
Es un hecho que cada vez se hacen más pagos con dinero de plástico. En 2013 hubo 2.300 millones de transacciones electrónicas en España, el doble que diez años antes. Pero aún queda camino por recorrer. Cada holandés hace una media de 340 transacciones con tarjeta al año. En cambio, un español hace 120. En paralelo, la economía sumergida de Holanda supone el 10% de su PIB, mientras que en España supone un 18,6%. Según un estudio de Visa Europe (que, por supuesto, es parte interesada), la evasión fiscal es inversamente proporcional al número de compraventas electrónicas.
Una solución radical.
Para existir, la economía sumergida necesita efectivo, sobre todo el de alta denominación. Cuanto mayores son los billetes, más dinero circula en negro. «Eliminar del todo el metálico sería un cambio muy radical, primero deberíamos empezar por eliminar los billetes de 500 euros», opina José María Montalvo, profesor de economía de la Universidad Pompeu Fabra. De hecho, los inspectores de Hacienda del Estado incluyeron en su recopilación de medidas para reducir la evasión fiscal de 2014 la eliminación de los billetes de 500 y de 200.
Actualmente ya hay varias iniciativas políticas para impedir grandes pagos con billetes. Hace tres años España puso un límite de 2.500 euros a las compraventas en efectivo, mientras que Francia fue un poco más allá y las limitó a 1.000 euros.
Montalvo reconoce que acabar con el metálico reduciría muy notablemente los niveles de evasión fiscal, pero cree que presenta varios inconvenientes. Por un lado, obliga a todos a bancarizarse y «hay parte de la población que no puede o no quiere hacerlo». Por otro, implicaría un cambio cultural para el que «aún no estamos preparados». Lo mismo piensa el economista Julio Rodríguez, autor del libro Crisis económica y cambios en el sistema financiero. Rodríguez, además, defiende que a priori sólo se beneficiarían los bancos, que son los que cobran comisiones a los usuarios por el uso de las tarjetas de débito y de crédito. En este sentido, la Asociación de Usuarios de Bancos y Cajas de Cataluña (Adicae) cree que, en el hipotético caso de que ocurriera, sería fundamental que «se acabara con el abuso de las comisiones que las entidades financieras cobran a establecimientos y los usuarios».
Con todo, dejar de pagar en metálico tampoco conseguiría acabar completamente con la economía sumergida. «Si hay anonimato, hay economía sumergida», explica Esteve Almirall, profesor de Esade y especialista en inteligencia artificial y bancos en línea. De hecho, cada vez hay más maneras de hacer pagos anónimos a través de internet. La divisa electrónica Bitcoin es un claro ejemplo. «Que pagues con tarjeta no es una garantía de que pagues los impuestos», recuerda el profesor García Montalvo, que también cree que abre la puerta a otros métodos de fraude, como la suplantación de identidades o las transferencias online en otros países para evadir grandes capitales.
Hacia la digitalización total.
De todos modos, «es innegable que el efectivo ya ha pasado a la historia», proclama Esteve Almirall, que está convencido de que el dinero físico desaparecerá y que España está perfectamente preparada para que pase. Para él no hay ningún choque cultural. Al contrario: cree que el pago con tarjeta está «muy arraigado», sobre todo en las nuevas generaciones.
Incluso va más lejos y afirma que la tarjeta como objeto físico también acabará relegada. Basta fijarnos en las diferentes posibilidades que empiezan a aparecer para pagar desde los smartphones. La aplicación Apple Pay, por ejemplo, permite hacer cualquier transacción desde el teléfono a través de la huella digital y «es aún más seguro que la tarjeta de crédito», dice Almirante. Samsung tampoco quiere quedarse atrás y esta semana ha hecho oficial la compra de LoopPay, una empresa que reproduce sin cables las bandas magnéticas de las tarjetas de los lectores de los comerciantes. «No todo el mundo tiene tarjeta de crédito, pero casi todos tenemos un smartphone, y esto quiere decir que tarde o temprano todos acabaremos pagando sin efectivo», prevé Almirall.