Apartado de Jorge Aniceto Molinari.
El partido moralista.
(Abordando eso gris, que parece la teoría).
Producto de una crisis irreversible de la predominancia del modo de producción capitalista, han resurgido a lo largo y ancho del mundo, un nuevo espécimen de militantes sociales y políticos: los moralistas.
Hay de ellos en todos los partidos y a la vez no integran en especial ningún partido, por lo cual podemos afirmar que no existe ni existirá –al menos por ahora-, ningún partido que se pueda autodefinir como moralista.
No ponen en juego su moral en la vinculación con las instituciones de la sociedad sino la vinculación de todos los demás.
Si bien creo que han existido en todas las épocas, en esta etapa adquieren un carácter más destacado en tanto la salida a la crisis aún no aparece con claridad.
Un moralista en Uruguay en la rambla de Punta del Este (el principal balneario), analizará cuán importante han sido las inversiones allí realizadas para generar mano de obra, no importando su origen o si pasaron o no por el cambio Nelson, o si provienen de la evasión fiscal en otro país o del lavado de dinero, eso es lo «normal», y tampoco importa con que gobierno comenzaron, «es lo que hay valor», «así está el mundo».
Sería estúpido y contrario al interés del desarrollo de nuestra economía ponerse en moralista si el resto del mundo no asume la misma conducta.
El tema se pone más álgido cuando se pretende analizar gobiernos como el de Venezuela con una vara moralista que nada tiene que ver con la realidad.
La renta petrolera en Venezuela, y digo Venezuela porque es lo que hoy está en la agenda de los «demócratas», siempre dio base para la corrupción. Pensar en eliminar esa corrupción puede llegar a ser utópico en la medida que no se analice que medidas aplicar para la economía en su conjunto universal. Lo cual no quiere decir que no sea necesario combatirla, sabiendo siempre de que estamos hablando, y que el daño que produce puede llegar a tener consecuencias irreparables.
Un buen intento ha sido destinar una parte importante de esa renta a cubrir la brecha en la vida de los venezolanos. Ahora se puede morir en el intento si no se atiende a una de las herramientas centrales en la economía actual: el manejo de la moneda. Si los ingresos en el manejo de esa renta son en dólares y los ingresos de la gente son en bolívares, el caldo de cultivo es inmanejable para la gente y manejable para los especuladores, que en este caso expresarán sus preferencias políticas en vinculación directa con sus intereses sin importarles las definiciones.
No pensemos esto sólo con la cabeza en Venezuela, en el Uruguay los sectores exportadores que han movido la economía -lo que se denomina el aprovechamiento de la coyuntura-, comienzan a retomar en su discurso lo que ellos llaman «el atraso cambiario», que no es ni más ni menos que presionar para que el peso uruguayo sea devaluado frente al dólar, lo que trae aparejado un descenso en las obligaciones que ese sector tiene en la sociedad uruguaya. - Entre ellas destacan siempre «los costos laborales».- No es de extrañar entonces que en la cercanías de las campañas electorales la presión se traslade también a los artículos de la canasta familiar, como ha ocurrido en Argentina y ocurre en Venezuela. A cuyo manejo siempre han estado vinculado.
Alguien nos podría decir manejado un manual de «marxismo-leninismo» hay que estatizar todo, y san se acabó.
Ahora todos sabemos que eso hoy no es posible y que el mundo en el que en determinado momento fue posible, ya fue, y que además nada tenía de marxista y/o leninista.
Esto es lo que trata de aprovechar la derecha, la falta de comprensión del fenómeno monetario en la izquierda, problema que en un momento de ahogo de su economía la derecha tuvo que solucionar en Ecuador, y no sé si en una situación similar la izquierda en el gobierno lo hubiera hecho.
En una oportunidad el entonces Presidente Jorge Batlle, dijo algo que fue muy festejado tanto en el Uruguay como en la Argentina: «si los argentinos dejaran de robar tres meses, tendrían un país rico». Esto no es estrictamente textual, pero lo que sí es verdad es que gran parte de ese robo al que se refería Jorge Batlle, mucho tenía que ver con el auge inmobiliario en el Uruguay y de seguro no iba a mover un dedo para cambiar esa realidad, como efectivamente ocurrió en su gobierno.
Entonces extraigamos de acá una de las reglas básicas del moralista: ubicar el problema exclusivamente en el campo del que quiero calificar.
¿Ahora porque los problemas de la corrupción son más notorios ahora que antes?, porque la crisis en la predominancia del capitalismo ya es irreversible, nunca hubo tanta emisión monetaria en el mundo sin ninguna relación vinculada al valor de la producción y del aparato productivo. Nunca tampoco la dimensión de los paraísos fiscales llegó a los niveles demenciales de la actualidad. Nunca una industria como la de la guerra generó tantas armas y de un poder destructivo en que se necesitarían una enormidad de planetas tierra para poder aplicarlas. Absurdo, si no fuera dramático y enfermizo por donde se le mire.
Ahora, como contrapartida, están todas las condiciones para que la humanidad asuma el aparato productivo, e imponiendo la paz establezca las condiciones para organizarlo de acuerdo al interés general de la gente: falta la voluntad política.
No dudamos que esta voluntad política tiene necesidad de un alto contenido moral. Ahora los moralistas que han surgido en esta última generación sueñan con aplicar su moralismo en las actuales condiciones, como si éstas fueran las condiciones inmejorables para el desarrollo de la humanidad; el camino al infierno está abonado de las buenas intenciones.
Jorge Aniceto Molinari.
Montevideo, 31 de mayo de 2017.